sábado, 13 de octubre de 2012

El Mercado Central

El Mercado Central de la ciudad de Valencia es una construcción de estilo modernista que se empezó a construir en el año 1914 por Francesc Guàrdia i Vial y Alexandre Soler i March, ambos formados en la Escuela de Arquitectura de Barcelona y habiendo trabajado en el equipo de colaboradores de Domènech i Montaner, arquitecto que se caracterizó por un estilo propio dentro de las líneas del modernismo.






El Mercado Central agrupa a casi 400 pequeños comerciantes, movilizando en la actividad diaria a 1.500 personas. Es el mayor centro de Europa dedicado a la especialidad de productos frescos; y el primer mercado del mundo que ha afrontado el reto de la informatización de las ventas y distribución a domicilio, desde el día 2 de octubre de 1996.







Es uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad de Valencia. Conviene perderse por sus calles, admirar la policroma de las frutas, sentir el murmullo de las voces de la gente que habla y ríe; percibir los olores de la calabaza asada, de las naranjas, del apio y las alcachofas; de los hornos, de las hierbas y especias, a las que es tan dada la cocina valenciana; especias que ya se recibían en Valencia provenientes de Oriente a través de la ruta que pasaba por Venecia y Nápoles en el siglo XV; y que Joanot Martorell ensalzó en "Tirant lo Blanch" al referirse al jengibre junto con la malvasía.






Apreciado por los valencianos, al Mercado Central se acude cumpliendo un rito ciudadano, tradicional, cuando llegan los días navideños y los puestos compiten en ornamentación. Como réplica de los frutos en vidrieras y cerámicas, se diría que la huerta, prodigiosamente, muestra toda la riqueza y variedad de sus cosechas especialmente colocada en cestos de mimbre, esparto o cáñamo; mientras que los mariscos y pescados tienen un lecho de hielo y perejil; sin olvidar toda la variedad de frutos secos -especialmente higos y ciruelos- que con el "porrat" (garbanzos en salmuera unas horas, que después se asan y reciben un baño de yeso y sal) se solicitan en estas fechas, cuando hay que comprar "el arreglo" (conjunto de ingredientes ) para el "puchero de Navidad", el plato humeante que congrega a la familia y se cantan villancicos que son delicadas canciones de cuna: "No plores fillet, que et vela la mare; adorm-te que el pare et fa un bressolet".






Desde 2004, la Rehabilitación Integral del Mercado está a cargo del estudio madrileño Fernández del Castillo Arquitectos, dirigido por Horacio Fernández del Castillo. Su intervención ha consistido en una restauración completa del edificio; y una puesta al día de la función comercial como mercado y de sus instalaciones.
Está situado entre la plaza del Mercado, al lado de la Lonja de la Seda y la plaza de la ciudad de Brujas. La calle vieja de la Paja separa el Mercado Central de la Iglesia de los Santos Juanes. En el lado opuesto, el Mercado Central da a las bonitas calles Palafox, plaza En Gall y calle de las Calabazas.


En el Mercado Central se vende todo tipo de alimentos como pescado, mariscos, frutas, carnes y embutidos tanto para consumo doméstico como para abastecer a importantes restaurantes de Valencia. La compra en este lugar está cargada de gran encanto por la belleza de su arquitectura y la tradición e historia del mercado. El horario de apertura es todos los días, excepto el domingo, de 7:30 a 14:30.







El Mercado Central combina el metal, las cúpulas, el vidrio y las columnas, al recuerdo gótico del modernismo, como si de una catedral del comercio se tratara, combinando muy bien con la vecina Lonja de los Mercaderes. El lenguaje expresivo predominante es el del modernismo, aunque también se advierten elementos historicistas y novecentistas. Resulta difícil realizar una valoración arquitectónica del Mercado Central o calibrar su grandiosidad a través de las cifras. 




Exactamente, ocupa una superficie de 8.160 metros, dividida en dos zonas o polígonos; el primero de ellos es irregular, con una superficie de 6.760 metros cuadrados; y el otro, octogonal, destinado a la pescadería, tiene una extensión de 1.400 metros cuadrados. El sótano es de 7.690 metros cuadrados; se dedicó a la subasta del pescado y actualmente lo utilizan los vendedores para aparcamiento. Las cúpulas, de hierro, cristal y cerámica (la central alcanza los 30 metros) y las veletas que las coronan: la de la cotorra y la del pez, se integran a una panorámica paisajista de torreones y campanarios eminentemente valenciana.






 La distribución del interior es racional y perfecta, de manera que los puestos se sitúan a lo largo de una serie de calles rectilíneas atravesadas por dos anchas vías. Se concibió para 959 puestos, formados en la zona general por tiendas altas cerradas para carnicería, tocinería, ultramarinos y quincalla; tiendas bajas para venta de patatas, legumbres, verduras, frutas y gallina; tiendas altas abiertas para venta de pan, volatería, carne y caza, existiendo en la pescadería tiendas altas para venta de salazones y despojos, y tiendas bajas para pescado.





El mercado surgió en la Valencia árabe, alrededor de la mezquita, en un laberinto de calles y plazuelas cuya nomenclatura ha sido elocuente testimonio: la plaza de la Virgen se llamó de la Paja; la que ocupaba el solar donde se construyó el Aula Capitular, de las Gallinas; la del Arzobispo, de la Fruta; y otra inmediata, la de la Hierba. No obstante, dada la importancia agrícola y la densidad demográfica, parece ser que se mantenía también un mercadillo en el arrabal de la Boatella (extramuros), prolongación del barrio de la Alcaicería, que se caracterizaba por la ordenación del comercio especializado, auténtico cordón umbilical unido a la carnicería y matadero situados en la actual plaza Redonda, próxima a la plaza de Les Herbes, luego Peixcatería y, finalmente, Lope de Vega.






Por privilegio dado en Barcelona el año 1261 y confirmado en Gerona en 1264, Jaime I concedió mercado semanal con carácter de feria a la citada zona de la Boatella, sobre cuya mezquita se edificó la ermita de los Santos Juanes. En esa misma demarcación -germen de la vida mercantil- Jaime I cedería otra mezquita a Fray Pedro Nolasco, miembro de su séquito, que fundó el convento de la Merced. De esta época, la del cambio de minaretes por campanarios, fue también el convento de las Magdalenas, conocido popularmente por «Les Malaenes». La leyenda refiere que fue construido a expensas de un caballero para encerrar a su esposa, que lo abandonó huyendo con un marinero, y a la que encontró años después vendiendo pescado en Valencia.

El convento de «Les Malaenes» estaba limitado por las calles del Molino de Na Rovella, Calabazas y de las Magdalenas; perduró hasta 1838, cuando a causa de la desamortización el Ayuntamiento duda entre destinar el claustro gótico a pescadería y ampliar la plaza, o construir un nuevo edificio derribando todo el convento y rectificar las alineaciones de la plaza. Por motivos económicos se consideró construir el Mercado Nuevo; mercado descubierto bajo pórticos exentos, desarrollados tras una fachada principal y adaptándose a los espacios irregulares ocasionados por el derribo.


Cabe resaltar que el carácter permanente del mercado data de tiempos de Pere el Ceremoniós, quien había ordenado a los Jurados de la Ciudad la edificación de unas nuevas murallas. En las antiguas, por no parecer suficientes las puertas de Tudela y de la Boatella, se abrió un boquete que comunicaba el casco antiguo con el mercado, originando posteriormente la calle del Trench.






El desenvolvimiento mercantil se consolidó; y a partir de 1344 comienza a funcionar la Lonja de los Mercaderes, compartiendo con el Tribunal del Consulado un edificio en la plaza del Collado, que luego se destinaría a Lonja del Aceite distribuyéndose los almacenes por toda la ciudad: de trigo, en el Almudín; de aves, cacharrería y vidrio, en la plaza Redonda; de arroz y frutos secos, en la Lonja; de sal, en el Temple; de paja y algarrobas, en la plaza de la Encarnación; de caballerías, en el Llano del Remedio; de esparto, en la plaza de Mosén Sorell; de tejidos y mantas, en las calles de Mantas y Bolsería; y de pescado, en la calle del Trench; mientras que los habituales de alimentación se instalan en las plazas del Mercado, Congregación y Mosén Sorell.


La fama del Mercado de Valencia transciende a Europa y aquí vienen a establecerse los franceses -en la calle Dels Drets- que vendían tejidos, blondas, encajes y quincalla fina; en la de los Hierros de la Lonja los mercaderes suizos y alemanes, expendedores de quincalla barata; y en la de La Bolsería, genoveses y malteses, que monopolizaban el comercio de lienzos. La plaza del Mercado se convirtió en centro neurálgico de la vida ciudadana, que despertaba con el alba, cuando llegaban los carros de las huertanas bien repletos de hortalizas y frutas; y se levantan aquellos puestos de madera y lona limitados por capazos de esparto. Allí acudían los marinos genoveses y catalanes; las damas y sirvientas; caballeros y celestinas; ladronzuelos, ciegos que cantaban gozos de santos y horrorosos crímenes; frailes, soldados, estudiantes y todo aquel que deseaba participar del espectáculo.





Era la plaza de las fiestas, de los pregones y de los ajusticiados. Como contrapunto del bullicio aparecía, a veces, el cortejo presidido por el verdugo -Morro de Vaques- y acompañando al reo iban los clérigos exhortadores y los cofrades de Nuestra Señora de los Inocentes y Desamparados. La Cofradía solicitó de la Justicia recoger el cadáver del condenado, que enterraban en el cementerio de la iglesia de los Santos Juanes y posteriormente junto al barranco de Carraixent, en un pequeño cementerio que todavía subsiste. Sin embargo, en ocasiones, el cuerpo del ajusticiado quedaba colgando en la horca durante horas y la gente rehuía la zona, aunque el humor negro se inspirase para sacar coplas y versos, como los que recogió Jaume Roig: «Ni mentjaria carn del mercat si hom penjat algú hi havia...»


Según las crónicas, la instalación de la horca es anterior a 1409. Orellana la describe de piedra picada y situada en medio del Mercado, frente a la Lonja. En 1599 se derribó, ya que con motivo de los festejos celebrados en honor de las bodas de Felipe III y la Archiduquesa de Austria, allí se colocó un acro triunfal. Después se construyó una nueva horca y en 1622 se demolió para el faustuoso recibimiento de Felipe IV. A partir de esa fecha la horca se alzaba únicamente cuando se ajusticiaba; y en ella fue ejecutado José Romeu y Parras, el Palleter, por haberse levantado en armas contra los franceses.


Lugar preferido, también, para la concentración festiva, la plaza del Mercado fue marco de brillantes ejercicios ecuestres y torneos. Se instalaban barreras y tablados, ondeaban gallardetes y de los balcones y ventanas pendían colchas, terciopelos y damascos. Enrique Cock, en su libro «Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia», describe con minuciosidad las corridas de toros y las justas, en las que cuarenta y ocho caballeros, divididos en seis grupos de ocho, distinguiéndose por el color del atuendo y preseas, se arrojaban cañas y cambiaban caballos siguiendo la antiquísima costumbre usada por los árabes, para obtener el favor de damas y doncellas. Torneos que aún serían superados por los que acontecieron con motivo de las bodas de Felipe III.

En el Mercado, las corridas de toros continuaron hasta 1743; año en que se trasladaron como consecuencia del accidente que provocó la caída de una de las almenas de la Lonja, arrancada por las cuerdas que sostenían el toldo de la plaza; suceso en el que murieron varios espectadores... Pero volvamos a ese Mercado Nuevo conocido también como el de Los Pórticos que, inaugurado en 1839, comienza a ser insuficiente y acusa malas condiciones en las últimas décadas del siglo.


La campaña desencadenada en la prensa criticando su situación y el auge de una sociedad claramente burguesa que aspira a la demostración de su bienestar, contribuyen a que el Ayuntamiento tome la decisión de construir un gran mercado totalmente cubierto. Para tal efecto nombró a una comisión de estudio que examinara las propuestas recibidas. Fue aceptada la de los arquitectos municipales Ferreres y Monforte; sin embargo, la corporación abrió un concurso de proyectos, como base previa, en 1882.

En la convocatoria de 1883 quedó desierto el primer concurso; y en el segundo fue premiado el proyecto de Luis Ferreres y Adolfo Morales de los Ríos, que no llegó a realizarse ante la demora que exigía la reforma interior del casco urbano. En esta larga espera, Teodoro Llorente publica «Valencia» y al referirse al Mercado escribe: «Aún conserva algo de su antiguo aspecto. Guarda en cartera el Ayuntamiento el proyecto, ya aprobado, de una magnífica fábrica a la moderna, de hierro y cristal, para albergar a los vendedores; pero, entretanto, continúan estos acampados a la intemperie (lo cual no es en nuestro templado clima inconveniente tan grave como en otras partes), y se defienden del sol con desiguales y desordenadas velas de lona, que contribuyen a dar a la concurrida y bulliciosa plaza aires de zoco morisco o de bazar oriental».




Siendo alcalde Justo Ibáñez Rizo, en 1910 se convoca un nuevo concurso, y de los seis proyectos presentados se elige el de los arquitectos Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial. Ambos se habían formado en la Escuela de Arquitectura de Barcelona y habían trabajado en el equipo de colaboradores de Luis Doménech Montaner, arquitecto que se caracterizó por un estilo propio dentro de las líneas del modernismo.


Los arquitectos Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial, a instancias de la Corporación, modificaron el proyecto original y el Mercado se construyó de acuerdo con el fechado en noviembre de 1914, obra que terminaron los arquitectos Enrique Viedma y Ángel Romaní en el año 1928. Alfonso XIII protagonizó el acto protocolario con que se iniciaron los derribos. El 24 de octubre de 1910, con una piqueta de plata dio varios golpes en el muro del número 24 de la plaza del Mercado. Al monarca le acompañaban la Reina Victoria Eugenia, el Presidente del Consejo de Ministros, don José Canalejas; el Ministro de Gracia y Justicia, don Trinitario Ruiz Valeriano; el Capitán General, el Arzobispo de la Diócesis, Gobernador Civil, Alcalde de la Ciudad, Presidentes de la Diputación y de la Audiencia, Gobernador Militar, Comandante de Marina, Rector de la Universidad, Cuerpo Consular, Ordenes Militares, Senadores, Diputados y diversos representantes de sociedades y corporaciones.



Los derribos fueron lentos, se acumularon dificultades de toda índole y las obras parecían eternizarse. El solar en el que se asentó el Mercado Central -más de ocho mil metros cuadrados de superficie- abarcaba el del Mercado Nuevo, tres manzanas con 42 casas, calle de las Magdalenas, parte del Molino de Na Rovella y del Conde Casal. Por fin, dieciocho años después del golpe de la piqueta, el 23 de enero de 1928, se inauguró el grandioso Mercado; y, como lo exigía el paternalismo de la época, en sus naves se dio una comida extraordinaria a más de dos mil pobres, servida por jóvenes de la élite social.


En numerosos barrios de Valencia, a principios de siglo, funcionaban ya mercados de relativa importancia como los de la Congregación, Mosén Sorell, Pilar, Serranos, Plaza de San Francisco, Ruzafa, Jerusalén, San Sebastián y Colón, pero la costumbre tradicional imponía una visita periódica al Mercado Nuevo; y la política municipal acentuó su carácter prioritario al construir el Mercado -nunca mejor llamado- Central. La Corporación quiso distribuir las funciones ciudadanas según un esquema triangular: la Plaza de la Virgen como centro religioso; la Plaza de Emilio Castelar (hoy del Ayuntamiento) como enclave para los asuntos cívico-administrativos y financieros; y la Plaza del Mercado para el desenvolvimiento mercantil. Este se consiguió durante décadas; perduran todavía una serie de calles confluyentes, en las que platerías, pescaderías, tiendas de tejidos, confección y coloniales se suceden manteniendo un aire antañón en los elementos decorativos, maniquíes planos, mostradores de madera y emblemas que son reclamo publicitario a la intemperie.

Como ejemplo, ahí está el reluciente «Sol» en una atmósfera que huele a canela, pimentón y nuez moscada; y en la calle de La Bolsería, «La Labradora», silueta de madera recortada sobre la fachada de una colchonería donde aún se prefiere la lana a la goma-espuma y los muelles. La espectacularidad del Mercado Central no rompe la estética de la plaza donde destacan la Lonja y los Santos Juanes. Es, indudablemente, el edificio más representativo de Valencia a principios del siglo XX; el de la ciudad que avanza en el progreso y se siente orgullosa del potencial agrícola de su huerta; sentimiento que se trasluce en la ornamentación cargada de fantasía alegórica.





viernes, 12 de octubre de 2012

La Lonja

La Lonja de la Seda de Valencia o Lonja de los Mercaderes es una obra maestra del gótico civil valenciano situada en el centro histórico de la ciudad de Valencia. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se encuentra situada en la Plaza del Mercado, frente al Mercado Central de Valencia.





Fue construida entre 1482 y 1548, y su primer constructor fue Pere Compte entre los años 1483 y 1498 sobre el modelo de la Lonja de Palma de Mallorca, constituyéndose en un edificio emblemático de la riqueza del siglo de oro valenciano (siglo XV) y muestra de la revolución comercial durante la Baja Edad Media, del desarrollo social y del prestigio conseguido por la burguesía valenciana.








La construcción de la Lonja, popularmente conocida como «llotja», en la comunidad valenciana y las islas Baleares, se ha interpretado como el resultado de la prosperidad comercial conseguida por Valencia en el siglo XV, y como un símbolo del poder de la ciudad para atraer a los comerciantes, en un momento en que ya se vislumbraban tiempos difíciles para la economía local derivados del descubrimiento de América y el consiguiente desplazamiento del comercio del Mediterráneo hacia el Atlántico.




Las lonjas de comercio en la Corona de Aragón se construían siguiendo el mismo esquema: una sala de planta rectangular sostenida por columnas. La de Valencia fue precedida por la Lonja de Barcelona (1380-1392) y la Lonja de Palma (1420-1448),con unos pilares helicoidales donde se sostienen las bóvedas de crucería de tres naves. Entre los años 1541 y 1551 se edificó la lonja de Zaragoza del mismo tipo, pero ya con estilo renacentista. Considerando que el esquema arquitectónico era siempre el mismo, el Consejo General de la Ciudad, en 1469, insistió en la belleza del edificio que debía ser: «muy bella, magnífica y suntuosa, la cual sería honor y ornamento de esta insigne ciudad». La obra fue encargada al maestro Pere Comte, ya conocido en la ciudad por haber sido el encargado de las obras del último tramo de la Catedral.





Fue nombrado Monumento Nacional desde el año 1931, y la UNESCO declaró la Lonja de la Seda Patrimonio de la Humanidad el 5 de diciembre de 1996, como «ejemplo totalmente excepcional de un edificio secular en estilo gótico tardío, que ilustra de manera espléndida el poder y la riqueza de una de las grandes ciudades mercantiles del Mediterráneo», siendo considerada como uno de los más brillantes ejemplos del gótico civil europeo. Las fachadas rectangulares de piedra picada, los suntuosos medallones renacentistas, las artísticas esculturas y gárgolas, las perfectas proporciones de las puertas y ventanas, de los escudos y de los merlones, recuerdan el esplendor del gótico tardío valenciano. Se sitúa en el mismo centro de la ciudad (barrio del mercado), delante de la plaza del Mercado, calificada por numerosos cronistas como un escenario colorista y ruidoso dotado de una sensualidad muy especial.









El siglo de Oro Valenciano fue una etapa de gran desarrollo económico y de gran influencia política y cultural, se creo la Taula de canvi, una banca municipal para soporte de las operaciones comerciales. La industria local, especialmente la textil, consiguió una gran promoción y la ciudad se convirtió en un centro comercial, al cual acudían mercaderes de todas las partes de Europa. A finales de este siglo se construyó la Lonja de la Seda, centro de transacciones y un verdadero templo del comercio. Uno de los banqueros con más negocio, el valenciano de origen judío Luis de Santángel, sufragó el viaje a América de Cristóbal Colón.


Después de algunos años de inestabilidad derivados del periodo de sucesión, donde la dinastía del Casal de Barcelona se sustituyó por la castellana de los Trastamara, a lo largo del siglo XV, la ciudad lucía con todo su esplendor. El reino de Valencia se situó como la capital cultural y económica de la Corona de Aragón, y consiguió ser una de las ciudades más importantes de Europa en aquel siglo. La lonja era un símbolo de la pujanza y riqueza del Siglo de Oro de la ciudad.


En cuanto a la influencia política, ya desde finales del siglo XIV la influencia de Valencia en la Corona de Aragón se hizo cada vez más grande con personajes como San Vicente Ferrer y aún más a lo largo del siglo XV, hasta el punto que las dos únicas veces que un obispo hispánico llegó a papa fue con dos obispos valencianos: Calixto III y su sobrino Alejandro VI, naturales de Játiva y pertenecientes a la familia Borgia.



En el ámbito artístico y cultural, aparte de La Lonja, se edificaron las Torres de Quart, la capilla de los Reyes del convento de Santo Domingo, la bóveda del altar mayor de la Catedral de Valencia o el Palacio de la Generalidad Valenciana. En pintura y escultura sobresalieron Jacomart, Roderic de Osona, Paolo de San Leocadio, Vicente Macip o Damián Forment, en otros, y en literatura Ausiàs March, Joan Roís de Corella, Jaume Roig, Isabel de Villena o Joanot Martorell, autor de Tirante el Blanco. Consecuencia de este auge cultural, Valencia albergó la segunda imprenta de la Península, donde el maestro impresor Lambert Palmart imprimió la primera obra literaria en España en 1474: Obres e trobes en lahors de la Verge Maria. Apareció también el primer diccionario en lengua románica: Liber Elegantiarum, así como el primer estudio sobre ajedrez moderno probablemente es un escrito de Francesch Vicent, impreso y publicado en Valencia a finales del siglo XV con el título "Libre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100, ordenat e compost per mi Francesch Vicent nat en la ciutat de Segorb e criat e vehi de la insigne e valerosa ciutat de Valencia". El 30 de abril de 1499, fue creada la Universidad de Valencia.





El nombre que recibe el edificio de Lonja de la Seda deriva del hecho que el tejido de seda era desde el siglo XIV al siglo XVIII la industria más potente de la ciudad. En el siglo XIV ya había sederos locales, mayoritariamente judíos, y más tarde conversos, agrupados en 1465 en la «cofradía de la Virgen de la Misericordia», bajo cuya advocación hay una capilla en la Lonja construida entre 1484 y 1486.
Cuando se estaba edificando la Lonja de la Seda, la industria sedera de Valencia tuvo un gran auge, traducido en los 293 maestros sederos censados en la ciudad en 1487. Al final del siglo XVII, tan importante era la seda en las transacciones comerciales que la Lonja de Mercaderes pasó a ser conocida como de la Seda.Durante la segunda mitad del XVIII fue el momento de máximo esplendor: veinte cinco mil personas se dedicaban a la industria de la seda en la ciudad, que contaba con más de tres mil telares. Así mismo, a partir de 1790 empezó el ocaso de la industria sedera en Valencia, que nunca más volvió a remontar. No obstante, la lonja ha mantenido su nombre tradicional hasta nuestro días, en homenaje a la que fue pionera industria valenciana durante tantos siglos.



martes, 9 de octubre de 2012

9 de Octubre, Dia de La Comunidad Valenciana

El 9 de octubre se celebra el Dia de la Comunitat Valenciana en conmemoración de la entrada a la ciudad de Valencia del rey Jaime I en esa fecha del año 1238. Es la gran festividad cívica de nuestra Comunidad.






Es una jornada de mucho ajetreo para los valencianos y valencianas. No sólo se celebra el Día de la Comunitat,sino que también se conmemora san Dionisio, patrón de los enamorados de esta parte de España.





La tradición de la "mocadorá" se remonta al siglo XVIII, cuando tras la Guerra de Sucesión, los Decretos de Nueva Planta prohibieron la celebración de la entrada de Jaime I en Valencia, Como respuesta a la prohibición "Borbonica", los panaderos empezaron a producir unos dulces de mazapan que representaban los cohetes prohibidos, pero al mismo tiempo, por su forma falica o redonda recordaban los órganos sexuales masculinos y femeninos, son los llamados "Piuleta" i "Tronador".




"Piuleta"



"Tronador"







Esta costumbre pervive hoy en día, aunque ahora también se obsequia con estos dulces a las madres. Se calcula que cada año se emplean 70.000 kilos de mazapanes para elaborar unas 200.000 mocaoràs.









Siguiendo con las tradiciones de este dia, el acto central es, sin duda, la Procesión Cívica de la Real Senyera, que desde el Ayuntamiento es trasladada con el máximo respeto a la Catedral, donde se celebra un Te Deum. De allí la comitiva se dirige a la plaza de Alfonso el Magnánimo, donde se realiza una ofrenda floral ante la estatua de Jaime I, para regresar al Ayuntamiento donde finaliza la procesión con el disparo de una mascletà.









Otro acto important
e que se hace desde el 2003, es la Entrada de Moros y Cristianos Ciudad de Valencia, un desfile de cinco horas de duración formado todas las comparsas de la ciudad, que realizan su recorrido ante 3.000 personas mientras suena la música interpretada por una treintena de bandas de música.














Otra cosa que puedes ver en estos dias es el Mercado Medieval del 6 al 9 de octubre..




El barrio del Carmen será este año el que albergue el mercado medieval que, por tercer año consecutivo, organiza la Federació Valenciana de Moros i Cristians dentro de las celebraciones del 9 d'Octubre en Valencia.

De esta manera la Plaza del Carmen se llenará de animación callejera, comida recién elaborada y productos artesanos con los que los visitantes podrán trasladarse a la época en la que Jaime el Conquistador entraba en Balansiyá.



Un día repleto de cosas para ver y disfrutar de esta maravillosa Comunidad!!